Fuentecén

Siguiendo su programa expansivo, las autoridades de Fuentecén, tal y como estaba preceptuado, solicitaron del Supremo Consejo de Castilla permiso para edificar una Casa Ayuntamiento con oficinas que sirviera de lugar de reunión, cárcel, panera para sus granos, y escuela de primeras letras.

El Consejo accedió a esta petición el 20 de noviembre de 1773 siendo adjudicada la obra y firmada la escritura de obligación, bajo las condiciones estipuladas por el Consejo, el 15 de enero del año siguiente, por Francisco Zengotita Bengoa, vecino de Roa, y Francisco del Campillo, residente en Fuentecén.

Recientemente restaurado, el edificio además de las estancias que ocupa la Casa Consistorial, alberga la farmacia de la localidad.

Los lavaderos de Fuentecén, recientemente restaurados, son un bello conjunto etnográfico exponente de la arquitectura popular tradicional.

Los lavaderos eran los lugares más frecuentados por las mujeres del pueblo, un auténtico foro donde compartían chismes, se cantaba, se contaban historias y se ponían al día de lo acontecido.

Construcciones de piedra, que aprovechaban las corrientes de agua para abastecerse. Una infraestructura que fue el alivio para las espaldas de muchas de esas mujeres que se pasaron media vida frotando agachadas, en acequias, balsas, regajos, o en el río.

Nadie pone en duda que fueron mucho más que un lugar donde lavar la ropa, verdaderos centros de socialización del mundo rural.

A la salida de Fuentecén, según se avanza hacia Valladolid existe una pequeña loma ocupada por un pinar con las típicas bodegas y merenderos.

Justo en el centro de estas ancestrales construcciones se erige este centenario pino, con un grosor en torno a los cuatro metros de perímetro de tronco.

Su nombre le viene de la copa perfecta que lució hasta hace unas décadas, pero con los años ha ido quedando mutilado hasta mostrar su estado actual.

En el libro ‘Árboles singulares de Burgos’ de Cesar-Javier Palacios nos descubre que este árbol era aprovechado para ejecutar una broma pesada a los incautos.

Ensalzado el grosor del ejemplar ante el visitante desprevenido, se le señalaba que no era posible rodearlo entre tres personas y se le ofrecía comprobarlo.

Una vez enlazada la víctima con dos lugareños, era sujetado por los mismos mientras que los compiches procedían a bajarle los pantalones (o subirle las faldas, según sexo) e incluso a administrarle algunos azotes.

Fuentecén proviene de ‘fuente’ y ‘cen’, en latín cen es diminutivo de centum que significa: cien, muchos y muchas. Significando Fuentecén las muchas fuentes que manan en su término.

Dentro de la población encontramos el Caño redondo, situado junto a la antigua N-122, el Caño de Santana donde antiguamente saciaban su sed las caballerías y un poco más alejada, frente a la subida del pinar, la Fuente de la salud. Esta última, de menos encanto, es la más apreciada por los lugareños debido a las propiedades y beneficios que se le atribuyen.  

La parroquia de Fuentecén datada entre los siglos XV y XVII, ha cambiado mucho a lo largo del tiempo.

La actual construcción fue terminada en 1962 siguiendo los planos de un monje del Monasterio de Valbuena de Duero. La que había con anterioridad era una construcción medieval mucho más humilde (probablemente del siglo XV).

El retablo de Santa Catalina, de finales del siglo XVI (fechado en 1599) muestra una inscripción según la cual, un caballero de apellido Ordóñez y su mujer lo donan.

La iglesia también cuenta con una bella pila bautismal, así como cuadros, esculturas, imágenes policromadas atribuidas a Juan de Juni, ornamentos litúrgicos como el Cristo del Carmelo y orfebrería con un gran valor artístico.

Es de destacar también el órgano, una pieza de gran interés ornamental y musicológico. Lamentablemente, este órgano ha sido semidesguazado: carece de teclado y los tubos se encuentran en mal estado, faltando algunos de ellos. Conserva parte de los mecanismos internos y del fuelle.

Situada en la Ribera del Duero burgalesa, la localidad de Fuentecén alberga un rico patrimonio etnográfico vinculado a la cultura del vino.

Lagares y bodegas de galerías subterráneas que antaño se excavaron con la finalidad de conservar el vino cosechado. Su profundidad oscila entre los 7 y los 12 metros y conservan el vino a una temperatura entre 11º y 13º grados, con un nivel de humedad constante durante todo el año.

Encontramos estas construcciones tradicionales en dos parajes de la localidad, en un pequeño cerro muy próximo al pueblo conocido como Santana y en El Pinar situado a las afueras, donde junto a las bodegas y lagares encontramos los típicos merenderos llamados también contadores, pues en ellos se contaba el dinero. Utilizados antiguamente como taberna, a ellos se acercaban los vecinos, además de a comprar vino, a relacionarse.

Hoy en día, muchas de éstas singulares construcciones, se siguen utilizando.

Paseando por el pueblo, sorprenden algunos ejemplos de casas solariegas de sillería y blasonadas. La mayor parte de ellas datan del siglo XVIII, su origen tiene una doble vertiente. Algunas pertenecieron a familias de la baja nobleza de mayor o menor alcurnia, y otras fueron los domicilios de diferentes capellanes de la localidad.

Es de resaltar la existencia en Fuentecén, como vecinos o residentes, en el último tercio del siglo XVIII, de un grupo de constructores y maestros de obras que supieron dignificar el caserío de Fuentecén, y llevar su nombre por numerosos pueblos de la comarca, y de las actuales provincias de Burgos, Segovia y Soria.

Ruta de senderismo circular con inicio en la localidad burgalesa de Fuentecén. Distancia: 9 km.

Dos paisajes bien diferenciados son los que encontraremos en este sendero de la Ribera del Duero, por un lado, el Valle del Riaza nos permitirá disfrutar de la frondosidad de sus bosques de ribera próximos al cauce, mientras que los viñedos ocupan las áreas más alejadas.

Las vistas desde las zonas más elevadas del sendero nos permitirán observar los restos de la línea de fortificaciones que se extendía por el Valle del Riaza en la Edad Media, terreno fronterizo entre cristianos y musulmanes en esa época.

El Recinto amurallado de Haza y la esbelta Torre de Hoyales de Roa se muestran en todo su esplendor a todos aquellos senderistas que se adentren en la ruta.

En nombre de Marcos Peña, cura de Fuentecén, Pedro Alcubilla compareció en 1795 ante el tribunal eclesiástico de Osma y expuso: ‘Que el curato de dicha villa tiene Casa, pero siendo muy antigua y de débiles materiales, y muy pocas conveniencias, estando en mucha parte arruinada por la citada antigüedad, hace algunos años que no se habita, teniendo mi parte la precisión de vivir en otra de renta, y con motivo de que el Curato es de unos decentes valores, parece justo se trate de su reparo y composición en términos de que se ponga decente, y con oficinas necesarias a que los Curas puedan habitarla, o en otros términos disponer hacer otra de nueva planta, aplicando los materiales de la antigua (…)’.

Con coste de 30.000 reales y dos años de plazo para su ejecución, el 11 de noviembre de 1795, se remataron las obras de la nueva Casa Rectoral de Fuentecén, obra de Manuel Moro, maestro de cantería de Hoyales.

Actualmente la casa del cura es el Centro Cultural Carmelo de la Fuente Rodríguez, hijo predilecto de la localidad, creador del Arte Fontino. Esta Casa de Cultura alberga aulas de formación, teatro y sala de exposiciones.

Fuentecén tuvo tres ermitas: Santa Lucía, Santa Ana convertida en su día en casa cuartel de la Guardia Civil y la dedicada a la Inmaculada Concepción, recientemente restaurada.

De las tres ermitas hasta hace poco existentes, la de Santa Lucía, hoy desaparecida, fue la primera en fundarse en 1676. Por estos mismos años, el entonces cura párroco de Fuentecén, Don Jerónimo Sanz y Tello, mandó fabricar a sus expensas otra ermita bajo la advocación de la Inmaculada Concepción, cuya obra ya estaba terminada en 1684, a juzgar por la fecha que figura en la cruz que remata su espadaña.

La dotó también con un retablo presidido por una imagen de la Inmaculada de la escuela de Gregorio Fernández, que alberga tres pinturas, dos con escenas de la vida de la Virgen, y una tercera con Cristo Crucificado a cuyos pies se encuentra San Jerónimo, como patrono del donante.

En el banco del retablo, debajo de María Inmaculada, se encuentra una inscripción que hace referencia a su fundación: 'Esta hermita y retablo hizo a su costa i devoción a María Santísima de la Concepción, el Ldo. D. Gerónimo Sanz y Tello, cura de dicha hermita, después de sus días, al cura que fuere de este lugar, y al que capellán fuere de la capellanía que fundada tiene. Año de 1685'.

Por su testamento el fundador donó una serie de cuadros a su ermita de la Concepción, para su mayor ornato y decencia.